domingo, 31 de enero de 2010

Hasta que no ames a un animal, tu alma estará dormida

Valores. Como decía Gandhi, una civilización puede juzgarse por cómo trata a los animales.

Por: Rosa Montero
Me llega por Internet una de esas típicas presentaciones con música y fotos. La mayoría de estos trabajos me parecen cursis, pero éste está bien hecho. Proviene de Cádiz, lo firma una tal María Larissa y es muy sencillo: una serie de estupendas fotos de fauna salvaje y unas cuantas frases de personajes ilustres sobre los animales.
Son unas citas en general bien escogidas, y algunas me parecieron especialmente agudas. Como ésta del escritor francés Anatole France: "Hasta que no hayas amado a un animal, parte de tu alma estará dormida".
No conocía esa reflexión sobre los animales y me ha impresionado. Siempre me han gustado los animales, pero no conviví con uno (no amé a uno) hasta hace más o menos treinta años, que fue cuando tuve mi primer perro. Y sí, Anatole France tiene razón: a partir de aquel momento, algo se despertó en mí. Algo que yo ignoraba se hizo presente. Fue como develar una porción del mundo que antaño estaba oculta, o como añadirle una nueva dimensión.
Convivir con un animal te hace más sabio. El famoso naturalista David Attenborough me dijo en una entrevista que uno de los momentos más intensos y conmovedores de su existencia fue cuando se encontró en mitad de la selva de Ruanda con un gorila de las montañas, un enorme espalda plateada, y los dos se miraron a los ojos y se reconocieron, por encima del abismo de las especies. En esa mirada cabe el Universo. Esto no quiere decir, naturalmente, que todos los amantes de los animales sean, por el mero hecho de serlo, gente maravillosa. De todos es sabido que Hitler adoraba a los perros y que sentía mucha más angustia ante la agonía de una langosta en la cacerola (en el Tercer Reich hubo leyes que prohibían cocer vivos a los crustáceos) que ante el gaseamiento de un niño judío. Y es que el ser humano es una criatura caótica y enferma, capaz de contradicciones de este calibre.
Pero lo que sí parece cierto es lo contrario: que los individuos que son crueles con los animales son muy mala gente. De hecho, una investigación multidisciplinar que se hizo en Escocia hace algunos años demostró que la mayoría de los sujetos que habían sido denunciados por maltrato animal habían cometido también crímenes violentos contra otras personas.
El animalismo, en fin, que es como se denomina el movimiento en pro de los derechos de los otros animales, es un producto moral e intelectualmente refinado. Quiero decir que la conciencia animalista forma parte del proceso de civilización, y que cuanto más culta y democrática sea una sociedad, menos cruel será con todos los seres vivos. "Un país, una civilización se puede juzgar por la forma en que trata a sus animales", decía con tino Mahatma Gandhi.
Una última cita. Pertenece a George T. Angell, un abogado estadounidense del siglo XIX que fue uno de los pioneros en la lucha animalista: "A veces me preguntan: ¿por qué inviertes todo ese tiempo y dinero hablando de la amabilidad con los animales cuando existe tanta crueldad hacia el hombre? A lo que yo respondo: estoy trabajando en las raíces". Sí, hay que trabajar en las raíces si de verdad aspiramos a ser un poco mejores.

Copyright Clarín y Rosa Montero, 2010.